Edificio Kiran

Propósito y vanagloria

Me animo a afirmar que nadie, o quizás muy pocos colegas que transiten por el sendero de pretender hacer una obra de arquitectura, abandona rápidamente esa búsqueda de lo nuevo. Pero, ¿Dónde está lo nuevo? A lo mejor, se encuentra en esta realidad casi inabarcable de ejemplos e historia de la arquitectura y el arte donde ya está prácticamente todo manifestado. Tal vez esa sea una novedad para uno y no lo sea para otros. Por otro lado, ¿se trata de una búsqueda legítima? ¿O solo existe como justificación del objetivo banal de ser una primicia? Ahora bien, no siempre la búsqueda de reconocimiento tiene como fin alimentar el ego; quizás sirve como testeo y punto de comparación del nivel alcanzado, una manera de saber a ciencia cierta, gracias a agentes externos calificados, si la producción desarrollada transita por buena senda.
En mi opinión, esa empresa es más valiosa y legítima si esconde un propósito, un sentido genuino de mejorar, al menos en una medida escasa, un proceso, un detalle, una humilde optimización en la forma de habitar, el modo de canalizar la luz, de vincularse con el entorno, de hacer ciudad.
Quizás ni siquiera se trata de algo absolutamente novedoso, sino de la selección y combinación de aportes y soluciones anteriores recopiladas. En todo caso, es una intención de suma, incorporación y mejora que, si bien no es nueva, adhiere a ideas que no envejecen. Aunque sea mínimo e imperceptible el interés por hacer buena arquitectura y ciudad, ya se concibe a la obra de otra forma, a pesar de sus imperfecciones, y culmina por ser una realidad que se percibe y se trasmite en emociones. Esto nuevo de lo viejo esconde quizás esos valores que, en definitiva, remiten a lo simple y, al mismo tiempo, enaltecen a aquellos que dan sentido a tanto grato esfuerzo: sus habitantes.

Dedicado con absoluta humildad a Dios a quien todo le debo, ya que nada es mío, todo lo soy por su gracia e infinito regalo.